Dudo, luego soy madre

Una de las cosas que tenemos en común las madres es que dudamos,  de casi todo.  Y en muchas ocasiones esas dudas  van acompañadas de inseguridad y culpabilidad.

En mi trabajo estaba acostumbrada a tomar decisiones,  decisiones importantes,  y lo hacía sin pestañear. ¿Dónde está esa mujer?  ¿En qué momento se transformó en aquella que busca desesperadamente en Google de cuantos gramos tiene que ser la papilla de calabacín?

Mi historial de Internet contiene entradas tan interesantes como: mi bebe lleva tres días sin hacer caca,  cuando introducir las legumbres,  mi hijo solo duerme en brazos,  ayudar al bebé a gatear… Y no soy la única,  cientos,  miles de madres en el mundo googlean con la esperanza de encontrar respuesta a esas preguntas que,  ya sea por lo obvias que parecen,  incómodas o complicadas, no se atreven a consultar ni a su pediatra,  ni a sus amigas ni a su madre.  

En torno a la maternidad hay un gran secretismo y,  me atrevería a decir,  que cierto sectarismo,  o eres del club o no lo eres.  He llegado a la conclusión de que cuando antes de ser madre preguntaba a mis a amigas qué tal llevaban la maternidad, me mentian, ¡a todas les iba bien! Luego,  cuando entras en el club, te van contando alguna cosa, al principio,  de las que yo llamo convencionales,  que si se despierta cada hora,  que si todo el día en brazos… La caja de Pandora se abre cuando te  confiesas respecto a uno de los temas tabú,  pongamos como ejemplo el colecho,  si la otra mamá lo practica te mirará de esa forma tan -no sabes como me alegra escucharte- y si no comparte tu pecado,  te confesará otro.  Ojo,  normalmente,  porque siempre estará esa madre perfecta,  con hijos perfectos,  de los que tocan en las tómbolas, que no te entenderá y te mirará como un bicho raro o te sonreirá de modo condescendiente,  dependiendo del afecto que te tenga.

Las dudas son mayores si además has decidido seguir un estilo de crianza que,  curiosamente,  no por ser natural es considerado normal y ya date con un canto en los dientes si tu hijo es de los que también tocan en las tómbolas,  pero de las que solo sortean niños moviditos.  Si,  soy de esas madres que se preguntan para qué se compraron el carrito porque su hijo no lo quiere ver ni en pintura, que lo coge en brazos cuando llora, que colecha, que le dará pecho hasta que uno de los dos se canse,  que cogió una excedencia porque sintió que aún era pronto para estar separados.

Entonces,  si es natural abrazar a mi hijo cuando llora,  amamantarlo cuando tiene hambre,  estar con él, ¿por qué dudo? ¿Por qué me siento mal cuando esa señora que apenas conozco me dice que mi hijo me tiene tomada la medida?

Mamás, un consejo que os doy,  que me he de dar a mi misma: dudemos menos, hagamos más caso a lo que nos dice nuestro instinto, vivamos nuestra maternidad con confianza en nosotras mismas y en nuestras decisiones.  Seremos más felices,  seguro. 

Dudo, luego soy madre